miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuando tú me elegiste

Cuando tú me elegiste
-el amor eligió- 
salí del gran anónimo 
de todos, de la nada. 
Hasta entonces 

nunca era yo más alto 
que las sierras del mundo. 
Nunca bajé más hondo 
de las profundidades 
máximas señaladas 
en las cartas marinas. 
Y mi alegría estaba 

triste, como lo están 
esos relojes chicos, 
sin brazo en que ceñirse 
y sin cuerda, parados. 
Pero al decirme: “tú” 
a mí, sí, a mí, entre todos-, 
más alto ya que estrellas 
o corales estuve. 
Y mi gozo 
se echó a rodar, prendido 
a tu ser, en tu pulso. 
Posesión tú me dabas 
de mí, al dárteme tú. 
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo? 
Sé que te volverás 
atrás. Cuando te vayas 
retornaré a ese sordo 
mundo, sin diferencias, 
del gramo, de la gota, 
en el agua, en el peso. 
Uno más seré yo 
al tenerte de menos. 
Y perderé mi nombre, 
mi edad, mis señas, todo 
perdido en mí, de mí. 

Vuelto al osario inmenso 
de los que no se han muerto 
y ya no tienen nada 
que morirse en la vida.


Pedro Salinas

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