martes, 4 de septiembre de 2012

Ilusiones

¿Qué te parece?
Lo que me parece, respondió lentamente, es que si abro los ojos ahora, a lo mejor no estás ahí.
Sí, repuse, entiendo lo que quieres decir. Por otro lado, si no los abres, nunca sabrás si estoy aquí o no, ¿verdad?
Me parece que no tengo valor suficiente.
Pues claro que lo tienes. Y además, te olvidas de que tengo las manos metidas en la bañera. Te estoy tocando la espina dorsal y la rabadilla. Si no estuviera aquí, no podría hacer eso, ¿o sí?
Todo es posible. Podrías ser otra persona, alguien que pretende ser David. Un impostor.
¿Y qué estaría haciendo un impostor contigo en este cuarto de baño?
Llenarme la cabeza de fantasías perversas, hacerme creer que puedo tener lo que deseo. No es frecuente que alguien diga exactamente lo que quieres oír. A lo mejor he sido yo quien ha dicho esas palabras.
Puede. O quizá es que alguien las ha dicho porque lo que quiere es lo mismo que tú quieres.
Pero no exactamente. Nunca es exactamente, ¿verdad? ¿Cómo puede ese alguien decir exactamente las mismas palabras que yo había pensado?
Con su boca. De ahí es de donde salen las palabras. De la boca de alguien.
¿Dónde está esa boca, entonces? Déjame sentirla. Apriete esa boca contra la mía, señor. Si la siento como debo sentirla, sabré que es tu boca y no mi boca. Entonces quizá empiece a creerte.

El libro de las ilusiones - Paul Auster

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